Lo Rural frente al Estado (de emergencia)

Quienes vivimos en lo rural, en lo rural marginal, somos ajenas a los estados de emergencia. Desde que vine a vivir aquí, siempre he estado feliz de la libertad tan amplia y en tantos sentidos que me da habitar un sitio así. Y en estos días el contraste es aún más evidente.

Aquí no existe el confinamiento, es inviable. El control del Estado no llega, ni llegará. No hay efectivos para controlar los miles de pueblos pequeños en lo rural. Los virus pueden llegar, sí, perfectamente, pero no el Estado. Aquí seguimos yendo al huerto, a pasear, a cortar leña, a arreglar un camino o un muro, nos encontramos en las puertas o en la plaza… Las precauciones las tomamos, como en cualquier sitio, distancias seguras, nada de contacto físico entre vecinas… Pero la libertad la conservamos, sobre todo la de movimiento.

Aquí la vivencia es muy diferente. Si no fuera por los medios de comunicación, no sabríamos nada de lo que está pasando. Y es que tenemos la costumbre generalizada de tener la compra hecha para varias semanas, de ser previsoras con las necesidades. Cuando tu tienda más cercana está a media hora en coche, no te queda más remedio. Además, la tierra nos provee de mucha comida y las despensas están llenas de alimentos de la huerta y conservas.

Me alegra mucho ver cómo en estos días están apareciendo como setas cientos de redes de apoyo mutuo autónomas por las ciudades de toda la península. Algunas ya existían, otras se han creado de la nada, incluso a nivel de barrios, calles o edificios.

Resulta realmente curioso cómo muchas de estas acciones que están llevando a cabo, son cosas que en lo rural realizamos en lo cotidiano: hacer la compra a las vecinas, ir a la farmacia, preocuparse por ellas, aprovechar desplazamientos, preguntar necesidades… En definitiva, cuidarnos. Son cosas que se han perdido, de manera interesada y provocada, por un sistema cruel; en pro de un individualismo desmedido.

Muchas personas se han mudado a los pueblos, escapando del confinamiento en ciudad. Muchas personas han decidido habitar esas «segundas residencias» que permanecen abandonadas salvo en momentos puntuales. Muchas son las que han recordado las posibilidades de lo rural. Un mundo que no ha conseguido escapar por completo al avance incontrolado de la civilización moderna, pero que se mantiene en otra época. En un escenario más «decrecido». Y es que desde una perspectiva de colapso sistémico del mundo, tal cual lo conocemos, aquí hay muchas posibilidades para la vida.

Lo rural nos ofrece este espacio salvaje, de libertad y de comunidad que hemos despreciado mucho tiempo, pero que aún estamos a tiempo de recuperar. Lo rural no se puede controlar tan fácilmente, los márgenes son resistencia. La autogestión es vida.

Tenemos una situación nueva ante nosotras que nos va a afectar de diversas maneras, la fragilidad de este sistema se hace palpable más que nunca y nos vamos a necesitar. Ojalá que podamos aprovechar esto y que el apoyo mutuo y la solidaridad que llevamos dentro florezca y enraíce para quedarse, ojalá que estemos ahí para cuidarnos.

Con amor desde lo rural.

Algarrobo

Pandemias y Capitalismo

En este periodo de confinamiento y crisis sanitaria global, nos estamos encontrando con múltiples tratamientos sobre el supuesto origen del SARS-COV-2 que con frecuencia responden a distintos intereses. Desde las comunicaciones oficiales que lo tratan de catástrofe “inesperada” a las publicaciones más conspiratorias que hablan de la creación del virus en laboratorios con fines biopolíticos. Estas cuestiones, más allá de la inocencia o no de las mismas, arrojan más sombras que luces sobre el problema. Aquí pretenderemos encender algunos candiles, que tendrán más que ver con lo estrictamente biológico del evento que con las consecuencias sanitarias o económicas que quizás tratemos en otro momento.

El SARS-COV-2, que genera la enfermedad COVID-19, es producto de una zoonosis, es decir, el “salto” de un virus que típicamente tiene un huésped animal específico a otro huésped de otra especie animal, en este caso al humano. La zoonosis es un evento relativamente normal en biología que lleva existiendo millones de años y supone un salto evolutivo para el virus. Tenemos que entender que gran parte de los virus tienen relativamente altas tasas de mutación cuando se replican, que más allá de suponerles un problema les confiere una ventaja evolutiva como en este caso, la preadaptación para “saltar” a nuevas especies huéspedes. Ejemplos que conocemos son algunas cepas de la gripe como las que originaron los brotes de gripe porcina, aviar o probablemente la gripe española de 1918, el MERS o SARS, también de la familia coronavirus, el ébola cuyos reservorios principales son murciélagos y otros primates o el propio VIH, que probablemente mutase y se estableciese en humanos a partir del virus del síndrome de inmunodeficiencia en simios (VIS). Estas zoonosis en ocasiones vienen para quedarse y en un principio es fácil que causen grandes problemas en la salud pues nuestro sistema inmune nunca se ha expuesto a nivel poblacional a estos nuevos agentes.

¿Cómo se relacionan las zoonosis con el capitalismo? Este reciente estudio es uno de los primeros que hace esta relación. Bien se entiende que los profundos cambios ambientales relacionados con la crisis climática que los humanos estamos infiriendo en nuestro planeta, ya sea por la devastación y modificación de ecosistemas salvajes o por las dinámicas generales del cambio climático, están cambiando las distribuciones de las poblaciones y comunidades animales en el entorno, cuestión que se está viendo acelerada con el tiempo. Así, las poblaciones salvajes migran con cada vez más intensidad hacia “refugios” naturales, que en muchas ocasiones son zonas más templadas buscando nuevas latitudes y alturas, y más concretamente estos puntos calientes coinciden con áreas muy densamente pobladas por humanos. Junto con la migración de la fauna, viajan los patógenos a nuevos ecosistemas fomentando sus oportunidades evolutivas. Además de las circunstancias de la fauna salvaje, hay que añadir las de la fauna doméstica de explotación, la ganadería, especialmente la ganadería industrial en auge, que aumenta considerablemente este riesgo, debido a sus condiciones de hacinamiento, su amplia distribución por el globo y su muy limitada variabilidad genética que en aras de la producción, hace de estas “poblaciones” especialmente sensibles a las enfermedades infecciosas.

Muchos saltos zoonóticos ocurrirán probablemente entre el mundo animal salvaje y queden inadvertidos, pero como estamos viendo, una fracción de ellos llegará a la especie humana, cada vez con más frecuencia. Su establecimiento depende de las oportunidades y la compatibilidad, análogos a la exposición y susceptibilidad, multivariables que hacen difícil predecir estos eventos de forma absoluta, pero como bien advierten los modelos del artículo anteriormente citado, el riesgo es suficiente como para que cada vez con mayor frecuencia estos eventos afecten al ser humano.

Por tanto, tratar de inesperadas o imprevistas situaciones como la actual supone esquivar nuestra responsabilidad en el asunto. Culpar a estructuras conspiratorias nos puede evocar a la inacción puesto, sean ciertas o no, obstruyen el foco. La lógica del capitalismo arrasa con todo, y éste es otro ejemplo de que los límites físicos del planeta están a la vuelta de la esquina, si es que no se han rebasado ya y sin saberlo, estamos en caída libre. Si ya sobraban razones, ya fueran morales o de necesidad, para virar radicalmente hacia escenarios socioeconómicos decrecentistas de base, que entiendan el ser humano como un factor más en una biosfera que para estar sana, ha de encontrarse en equilibrio, aquí tenemos un motivo más para reforzar esas prácticas. En el momento histórico que nos encontramos, la conservación de la vida tiene carácter de urgencia, la manera de afrontarlo evidenciará la naturaleza de nuestro ser individual y social.

Salud

Javier León Mediavilla

Colapsando

Iniciamos este proyecto. Personas motivadas por la posibilidad de compartir desde lo colectivo, con intención de transmitir y aprender generando contenido crítico que nos aleje de la vorágine de la actualidad y nos permita pensarnos a nosotras mismas de forma reposada. Este blog, surge de la necesidad de expresarnos, de volcar inquietudes en distintos formatos, que podrán ser estos manuscritos, en formato virtual, papel, fanzine, radio o audiovisual, quién sabe. Esperamos nos ayude, tanto a quienes participen en este proyecto abierto como a quienes lleguen a leerlo, a reforzarnos en lo cotidiano y a hilvanar afinidades que abran redes en lo social donde practicar más ricamente la solidaridad y el apoyo mutuo.

¿Colapsando? Sí, hay razones suficientes para asumir la idea de la crisis civilizatoria de la que nos vemos inmersos. La civilización hace años tiene la categoría de global. Sólo unas pocas comunidades mantienen sus costumbres, maneras o identidades pretéritas. El resto, nos vemos inmersos en un mundo regido por la lógica del capital, de teleología infinita en un mundo finito, que fagocita todos los ámbitos de la vida social y personal, con fetiches como la propiedad privada y el vaivén de mercancías en una economía de mercado global, donde todo se puede comprar y vender. Presenta un metabolismo en continua aceleración, absolutamente dependiente de las materias primas que expoliamos del planeta, especialmente de los combustibles fósiles, y que, por cierto, se están acabando. Ya hemos llegado al zénit de producción (mejor dicho, de extracción) de materias primas como el petróleo, plomo, potasio, fósforo, mercurio, telurio, titanio, selenio, circonio, renio, galio… y en pocos años llegaremos al de otras como el carbón, gas natural, cobre o estaño, si es que no se han alcanzado ya.

A pesar de estos límites físicos evidentes, el sistema económico ha encontrado la manera de seguir creciendo gracias a la financialización de la economía. Esta cuestión la vemos más próxima al inocente (que de inocente nada) pensamiento religioso que a la racionalidad de la que esta lógica se presume como heredera de la ilustración. El desplome, antes o después, es inevitable. Atendiendo a lo anterior, en un sueño utópico en el que el ser humano lograse echar el freno y extirparse la lógica del capital, el aterrizaje podría ser relativamente cómodo, ayudándonos de antiguos saberes y formas de vida que, sin llegar a replicarlos pues el contexto y la historia no nos lo permitiría, podríamos adoptar formas de vida más simples, austeras, en convivencia con la naturaleza, descomplejizando, descentralizando y desglobalizando este mundo. Sin embargo, está otra cuestión inevitable, el cambio climático.

Escribo esto la semana en la que aparece la noticia (eclipsada por el asunto del coronavirus) de la aparición de enormes lagos en Groenlandia que ha alcanzado los 18ºC, probablemente los inuit hayan tenido la oportunidad de desempolvar los pantalones piratas y la manga corta. Más allá de esta eventualidad, que podría simplificar el problema, el cambio climático es una cuestión de primer orden que además es difícil predecir con precisión quirúrgica ya que en absoluto se desarrolla de forma lineal. Las múltiples variables de las que depende se ven interrelacionadas mediante retroalimentaciones positivas que implican que aceleran los cambios y pasado cierto punto (que se predice próximo) el cambio en el clima no tendrá retorno. Así pues, estamos modificando la naturaleza biogeoquímica del planeta. Considerando una de las principales variables, la composición de la atmósfera está experimentando un aumento en la concentración de gases de efecto invernadero de origen antrópico. No existe simplemente una relación lineal entre aumento de estos gases y de temperatura, sino que consecuencias de este aumento incrementan el problema, como el derretimiento del permafrost que está liberando grandes cantidades de metano, el deshielo de los casquetes polares que está provocando, además de la subida del nivel del mar, el calentamiento de los océanos, con sus consecuentes modificaciones en las dinámicas de las corrientes marinas que a su vez afectan directamente a los eventos meteorológicos que definen el clima, por poner algunos ejemplos. La situación es más compleja de lo que a priori se puede intuir y la vida en nuestro planeta, ya notablemente maltrecha, sufrirá profundos cambios si no se mitiga la situación. En lo que nos compete como especie, entendiendo que somos interdependientes del medio y nuestros semejantes, no seremos la excepción al colapso.

Sabiendo que escribimos desde los privilegios de haber crecido en lo que llaman primer mundo, pretendemos que esto no nos suponga caer en alguna suerte de neocolonialismo, aunque nuestras limitaciones puedan hacernos evidenciar dejes similares. Somos conscientes pues, de que una parte gruesa de la naturaleza y la humanidad ya se encuentra en escenarios de colapso severos, escenarios que se desarrollan de manera diversa pues, aunque se trata de un proceso global, se manifiesta y manifestará de forma diferente según las particularidades de cada zona geográfica y sus circunstancias económicas, sociales y ambientales. Entendemos también que tenemos una responsabilidad individual que ha de construirse de forma colectiva y desde abajo, que podrá hacer que el aterrizaje, aunque forzoso, no acabe en siniestro total. Esta responsabilidad implica cambios profundos en nuestras vidas y en nuestra sociabilidad que nos ayuden a superar los grandes desafíos de este tiempo. Cada vez somos más quienes pretendemos desarrollar proyectos de vida paralelos que supongan alternativas al sistema. Ejemplos son las distintas experiencias autogestionarias y cooperativistas a menudo desde lo rural; la variedad de luchas y movimientos que parten de ideas libertarias, antidesarrollistas y/o desde el ecologismo social y ecofeminismo; explosiones prerevolucionarias que están dándose en distintas geografías; o materiales más reposados que llegan desde la academia o sus márgenes. Bien es cierto que estas realidades suelen tener carácter insular y existe una evidente carencia de redes efectivas que organicen estos ámbitos de acción. Organizarnos, es una tarea (que respetando la autonomía de los distintos grupos), sospechamos será de importancia en los tiempos que vienen.

Muchas flechas se han lanzado desde esta especie de declaración de intenciones. Esperamos poder tratar detenidamente éstas y otras realidades, circunstancias, reflexiones, sueños o rabias, en este proyecto que nace. Estamos colapsando, pero no somos simples espectadores.

Salud

Javier León Mediavilla