Considerando las vacunas para la Covid. Entre el milagro y la chapuza.

Arranco estas líneas un tanto abotargado por la histeria informativa que más o menos estamos sufriendo en este periodo tan caracterizado por el ruido en lo comunicativo. En estos últimos meses, parte de ese ruido lo protagoniza el asunto de las vacunas y es consecuencia, entre otras, de luchas de intereses por intentar hacerse un hueco en este, cada vez más, ridículo mundo. En un mapeo fundamentalmente doméstico, veo que genera sensaciones que van desde la esperanza hasta una profunda inquietud y desconfianza, no es para menos. Aclarando que me resultan familiares los ámbitos de la fisiología, la biología molecular o la inmunología, pretendo modestamente arrojar algo de luz al asunto y sobre todo, despejar según que incógnitas que me encuentro muy a menudo. Así pues, voy a intentar relatar los principios básicos de acción de esta generación de vacunas que atropelladamente vienen, cuestiones relativas a su fabricación y tiempos de potencial despliegue en la población, qué intereses están disputando las distintas partes o cómo situamos esto en el momento histórico que vivimos, para así, poder situarnos nosotros.

Empecemos por lo técnico. Sin entrar en mucho detalle, creo que es necesario entender cómo se desarrollan mecanismos de inmunidad ante patógenos externos. Muy brevemente, en una infección por un virus, una bacteria… este agente externo tiene unas características bioquímicas que lo diferencian del resto, generalmente proteínas o azúcares específicos, que podríamos entender como su firma o su huella y que conocemos como antígenos. En un proceso muy complejo que no entro a detallar, nuestro sistema inmune se encarga de reconocer estos antígenos y desarrollar estructuras que interaccionan específicamente con ellos, los anticuerpos. De este modo, antígeno y anticuerpo se unen bioquímicamente, siendo la señal para que células concretas de nuestro sistema inmune tengan una diana donde desplegar la respuesta inmunitaria. En una primera infección, desarrollar anticuerpos específicos por parte de nuestro cuerpo es un proceso largo que dura varios días. Una vez desarrollados y tras haber combatido la infección, se reservan ciertas células productoras de estos anticuerpos específicos para ese agente externo, creando una memoria inmunológica, permitiendo que en sucesivas infecciones la respuesta inmune pueda ser prácticamente inmediata, ahorrando tiempo, energía y disgustos. Las vacunas, básicamente buscan presentar los antígenos de agentes infecciosos problemáticos mediante vectores menos infectivos o no infectivos, para que cuando de forma natural nos veamos expuestos, nuestro sistema inmune ya tenga esa memoria que permita una rápida actuación. Tradicionalmente, las estrategias de estas vacunas han sido el patógeno inactivado; el patógeno vivo atenuado; o proteínas recombinantes o subunidades (es decir, se introducen únicamente los antígenos que generaran la diana).

Y ya empezamos con el turrón. Para el SARS-CoV-2 se están desarrollando cientos de proyectos de vacuna a nivel mundial. Muchas de ellas en base a tecnologías nuevas, en adelante las llamaremos vacunas de nueva generación. El principio de estas vacunas de nueva generación es básicamente el mismo: presentar a nuestro organismo los antígenos, en este caso del virus, para que pueda generar memoria para el momento de una hipotética infección. ¿Por qué se está apostando por estas nuevas estrategias? Estas tecnologías permiten que su desarrollo sea mucho más rápido, y por supuesto, más barato. Un ejemplo es que la empresa Moderna estaba iniciando la fase I de testeo de la vacuna sólo 63 días después de la publicación del genoma del SARS-CoV-2. Pero no nos adelantemos, ¿qué son estas nuevas tecnologías? Bien, se están probando variedad de ellas, pero en base a las noticias de los prototipos de vacuna que parece encabezan esta carrera, son dos.

Las primeras son a partir de cepas concretas de adenovirus modificados. Los adenovirus son un grupo de virus que generan lo que conocemos como resfriado común. Estas tecnologías están aprovechando adenovirus atenuados, modificando su información genética incluyendo el gen de la proteína S (de «espícula» o spike en inglés) del SARS-CoV-2, que es la proteína antígeno, la diana para nuestro sistema inmune. De este modo, el adenovirus que debiera generar una infección leve o ausente, nos presenta también el coronavirus, permitiendo que generemos defensa. Ejemplos de esta tecnología son la Sputnik, la de Oxford o la de Sinovac.

Las segundas son vacunas de ARN mensajero (ARNm). Éstas introducen ARNm, esa molécula que intermedia entre el ADN y los ribosomas, éstos últimos encargados de sintetizar proteínas. Introduciendo así ARNm con la información de la proteína S del SARS-CoV-2, idealmente ésta se sintetiza y acaba generando inmunidad. Para esta última familia de vacunas tenemos que tener en cuenta que el ARN es una molécula relativamente inestable, y generalmente se fabrica de modo que vaya encapsulada e integrada en una secuencia que le permita conformar una estructura que le confiera estabilidad, para lo cual hay diversas técnicas. Desmintiendo voces que he oído al respecto de estas últimas, las vacunas de ARNm no generan mutaciones insercionales (no se integran en nuestro ADN, no nos hacen mutar). Ejemplos son la de Moderna o Pfizer.

Tenemos que entender que estas vacunas de nueva generación (no sólo las dos descritas anteriormente, hay más), no surgen de la nada, especialmente en la última década se ha acelerado con creces la investigación en vacunas con este tipo de vectores, habiendo proyectos que han experimentado con los agentes responsables de enfermedades infecciosas como el zika, el ébola, el sida o la gripe, pero especialmente para el tratamiento de distintos tipos de cáncer. Muchos de estos proyectos han demostrado ser seguros y tener altas cuotas de éxito, equiparables a las vacunas tradicionales.

Una vez puestos en contexto, más o menos, asuntos más técnicos, queda el asunto del desarrollo de las mismas, ¿qué controles ha de pasar una vacuna para poder salir al mercado? Hay que considerar que una vacuna tiene carácter profiláctico, es decir, de prevención y se administra en individuos sanos. Por esta razón, las administraciones competentes, antes de aprobar una vacuna, son especialmente rígidas con los aspectos relacionados con la seguridad y efectos secundarios, al menos, más que en el caso de un medicamento que se administra de forma terapéutica en un individuo enfermo, donde se pone sobre la balanza el beneficio respecto a los probables perjuicios (efectos secundarios, toxicidad, reacciones autoinmunes…) del mismo. Es decir, si una vacuna generase los efectos secundarios de algunas quimioterapias, por muy efectiva que fuese en la profilaxis, los efectos secundarios asociados son suficientes para que las administraciones no aprobasen tal producto.

Toda vacuna para ser aprobada ha de pasar distintas pruebas, entre ellas, los ensayos clínicos en población humana que constan de tres fases. Durante la fase I, pequeños grupos de personas reciben la vacuna. La fase II del estudio clínico es más amplia y la vacuna es administrada generalmente a personas adultas sanas. Durante la fase III la vacuna es administrada a miles de personas, examinando su eficacia y seguridad. Muchas vacunas realizan una fase IV de estudio post-comercialización, tras haber sido aprobada. Las dos primeras fases se centran en la seguridad, las sucesivas testean además de su seguridad, la efectividad de la misma. El proceso es largo y gran parte de estos proyectos quedan paralizados en alguna de estas fases al advertirse efectos secundarios o baja eficacia. El tiempo de desarrollo de una vacuna tiene una media de 5-10 años, habiendo casos que se han demorado hasta los 20, otros más celéricos en sólo 2.

Así pues, ¿Cómo es posible que en tan pocos meses estén disponibles vacunas de distintas casas comerciales? Hay que considerar que los proyectos que más avanzados van en estos momentos se encuentran aún en fase III de desarrollo, por lo que aún queda tiempo para que se empiece a dispensar a la población si finalizan esta fase con éxito. Independientemente de esto, el desarrollo está siendo rapidísimo, desde luego porque hay mucho dinero en juego y precisamente por eso debemos ser precavidos.

Por un lado, los datos que han publicado de la fase III las diferentes casas (en notas de prensa, aún no en publicaciones científicas revisadas por pares) son datos preliminares y por tanto de estudios aún incompletos que además sólo analizan efectos secundarios a corto plazo. Cuando hablan de una eficacia de un 90% o 95% tenemos que saber de dónde sale ese dato. En el caso de Pfizer, su ensayo consta de un tamaño muestral de poco más de 40.000 individuos, no muy alto. De los cuales la mitad lleva un placebo, la otra mitad la vacuna en sí. Tras realizar un seguimiento en estos 40.000 sujetos identificaron 93 positivos por coronavirus, de los cuales el 90% pertenecían al grupo control, de ahí el valor de la eficacia. Resultados similares tienen el resto de casas. No seré yo quién diga que los resultados no son prometedores, pero nada más que eso. Es necesario un tamaño muestral mucho más alto, pues veremos como ese 90% probablemente fluctúe, pudiendo subir o bajar esta eficacia. Además, es imperativo hacer un seguimiento estrecho de los voluntarios para aseverar la ausencia de efectos secundarios, cuestión que desconozco si se está haciendo con el debido rigor, pero debiera ser garantizada por los desarrolladores antes de poner nada en el mercado. En esta línea, tampoco lo he podido corroborar, pero tengo entendido que ni siquiera se han hecho análisis serológicos a la población muestral (para ver si ya presentaban anticuerpos de una previa infección), por lo que se estaría introduciendo otro sesgo a los estudios. Por otro lado, sólo el tiempo dará información de cuánto durará la inmunidad que proporcione la vacuna.

Por tanto, los datos son muy preliminares, ¿a qué se debe pues que desde los medios se esté dando tanto bombo a las distintas vacunas? Hay varias razones que puedan explicarlo, por un lado sin duda es una llamada de atención para los inversores por parte de las distintas entidades desarrolladoras, que ya han puesto mucha pasta y la quieren de vuelta y multiplicada tanto más cómo sea posible. Los anuncios de sus resultados preliminares con eslóganes tipo «¡Funciona!» hacen subir sus acciones en bolsa como la espuma (o eso pretenden), lo que las permite seguir desarrollando y pensar en la fabricación. Se está aprovechando además para inyectar esperanza a parte de la población, dando a entender que se desplegará pronto la vacuna, que además será una especie de milagro o cura para volver a la época pre-covid. Por mi parte, espero que la vacuna no llegue pronto, lo veo imposible si se quieren respetar los tiempos de desarrollo que garanticen los controles de seguridad de la misma y aseveren tiempos de inmunidad suficientes.

Parece que las instituciones pertinentes están dispuestas a saltarse pasos en aras de la urgencia poniendo en compromiso esa seguridad. Si ese es el caso, el debate debería de ser abiertamente este: ¿merece la pena asumir riesgos para acelerar el proceso de despliegue de la vacuna en la población por el carácter de urgencia de la situación? Esta cuestión da para mucho, y creo debería ser el centro del debate. Hay voces en ambos polos, por un lado el Instituto Nacional de Alergia y Enfermedades Infecciosas (NIAID de su acrónimo en inglés) que trabaja con Moderna en el desarrollo de la vacuna, argumenta que el retraso del desarrollo de la vacuna supone de lejos mayores riesgos que los que según sus estudios están encontrando en pacientes sanos. Por otro lado, postura en la que me sitúo, hay quienes consideramos que el principio de precaución y los criterios de garantía deben respetarse hasta el final, independientemente de si eso demora los tiempos. En esta línea, se pronuncian otras voces con trayectoria como Shibo Jiang, investigador que lleva trabajando en el desarrollo de vacunas y tratamientos para coronavirus desde 2003 (desde la aparición del SARS), le cito «tenemos la urgencia de desarrollar una medida para luchar contra el nuevo coronavirus, pero la seguridad es siempre la primera consideración«. Por supuesto una vacuna efectiva puede paliar la situación actual, pero se deben respetar los tiempos de desarrollo y se debe justificar adecuadamente su seguridad y efectividad en publicaciones serias, contrastadas y reposadas.

Una vez disponible una vacuna segura y efectiva, ¿hay capacidad para producir suficientes dosis para todo el mundo? Suponiendo una coordinación logística faraónica de fabricación, conservación y distribución para dar cobertura global, las voces más optimistas hablan de tres meses, pero me temo no tienen en cuenta varias consideraciones. Por poner dos ejemplos que fácilmente dilatarán los tiempos, la producción de la vacuna supondrá usar los recursos que ahora se dedican a fabricar otros productos pudiendo dar problemas de desabastecimiento, además las vacunas que vengan irán acompañadas de una patente, comprometiendo su acceso según territorios y/o poder adquisitivo. A mi entender, veo muchas complicaciones en las sucesivas fases de este proyecto. 

Más allá, ¿se están invirtiendo esfuerzos coherentes o proporcionados en el desarrollo de la vacuna y otros aspectos relacionados con la salud?, la pandemia ha demostrado la debilidad e incapacidad de los sistemas de salud pública para subsanar este tipo de circunstancias. Considero notablemente más importante reforzar los sistemas de salud pública que el desarrollo de la propia vacuna. Es como jugar en vez de con todas las fichas, sólo con la reina, por muy reina que sea.

En otro orden… ¿volver a la época pre-covid? estamos experimentando un tiempo de aumento de medidas de control social, restricciones, coerción, claramente verticales y muy a menudo arbitrarias. Estas medidas biopolíticas profundizan en lo que muchos teóricos llevan años llamando ecofascismo. Dudo que tras una vacuna efectiva, nos devuelva totalmente atrás. Ese atrás que además, podemos echar de menos, pero no era ni mucho menos un paraíso. La pandemia no ha hecho más que profundizar en una crisis ecosocial que antes ya estaba ahí y seguirá estando, con o sin vacuna.

Tampoco soluciona las circunstancias que lubricaron la aparición del SARS-CoV-2, ya hemos hablado en este blog de su relación con la crisis climática. Cuando aparezca un brote de otro agente tanto o más agresivo que este… ¿se repetirá lo que estamos viviendo? ¿o quizás debiéramos atajar el problema de raíz y, por ejemplo, dedicar los esfuerzos a respetar los pocos espacios salvajes que quedan y favorecer la recuperación de este planeta enfermo?

En el otro extremo, y sin entender demasiado bien los intereses, nos encontramos con teorías conspiranoicas que conglomeran un argumentario sin referencias, o al menos referencias serias, que en muchas ocasiones no son ni coherentes en sí mismas. Se aglutinan aquí desde la propia negación al virus y la enfermedad, hasta que ha sido sintetizado ad hoc en un laboratorio, pasando por afirmaciones del estilo que las vacunas van a modificar nuestro ADN, no sólo eso, sino introduciendo genes de docilidad o que nos van a inyectar microchips o nanobots con no sé qué locos intereses. Efectivamente, existe la tecnología para introducir inserciones de material genético en nuestro genoma, es decir, hacernos mutar, son algunas de las tecnologías cuyos vectores son de ADN pero su desarrollo va notablemente más lento y en el caso de tomarse en consideración como posibles candidatos tendrían serios problemas para, primero aseverar su seguridad y segundo, pasar comités de bioética, por lo que a mi entender, aún es una preocupación menor. En fin, ante esto suelo decir lo mismo, no hay nadie al timón de la conspiración, bastante dóciles somos ya por el simple hecho de vivir en un mundo estructurado como está, a bastantes urgencias reales nos enfrentamos como individuos, sociedad y/o civilización en el momento histórico que corre, como para seguir teorías locas que hacen que se pierdan energías en direcciones que no van al foco de nuestros problemas reales.

Concluyendo, la vacuna para el SARS-CoV-2 está lejos de ser un milagro, aunque encuadre perfectamente en la cosmovisión de nuestra civilización que sacraliza el progreso. El capitalismo es la encarnación de la prisa, que no es buena compañera de camino, tengamos serenidad y perspectiva para dar la importancia que tiene a cada asunto, para no precipitarnos en chapuzas y actuar con tanta moral y elegancia como nos sea posible. Esta pandemia podría entenderse como la precuela de un colapso de mucha mayor intensidad al que se enfrenta el ser humano de nuestro tiempo, asunto de primer orden que no hacemos más que procrastinar. Cómo vivamos y resolvamos las circunstancias relacionadas con la pandemia, nos puede dar aprendizajes para afrontar lo que viene en las sucesivas décadas.

Salud

Javier León Mediavilla


Algunos artículos de apoyo:

– Vacunas mRNA https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC5906799/

– Orígenes del SARS-CoV-2 https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7095063/

– Vacunas coronavirus https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7423510/

https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7165276/ 

– Patentes y coronavirus https://www.ncbi.nlm.nih.gov/pmc/articles/PMC7705422/

2 thoughts on “Considerando las vacunas para la Covid. Entre el milagro y la chapuza.

  1. Me ha gustado tu publicación.
    Añado, el contagio tan poderoso que es el miedo ….éste, sin vacuna “de momento”.
    No sé como nos ha infectado tanto y tan rápido, pero lo ha hecho !!
    ¿Puede ser….qué el miedo a perder la salud, el trabajo,…. tu vida, lo que nos predisponga a todo ?. Honestamente creo que sí. Pero llama la atención, al menos la mía, como en un tiempo récord se hacen inversiones faraónicas en desarrollos moleculares en las farmacéuticas (por supuesto con retorno millonario de inversión) y no se haya hecho nada (no se haya INVERTIDO) por la mejora de la Sanidad. Por la calidad asistencial a todos los niveles y en toda la capilaridad social . Esto habría evitado mucho sufrimiento .
    Vacunas sí…seguras. Personas sí…seguras.

  2. Bien por los datos, la serenidad y la mente fría para enfrentar la vorágine de sentimientos que hay en todo lo que rodea a la Covid, que parece que todo ha sido apelar al miedo, a la «responsabilidad» y al #resistire haciendo step en casa. El leer todos los datos que has puesto me lleva a querer buscar también esos datos, comprender la forma en que se hacen las vacunas y por qué se hace así.
    La reflexión final me encanta. El aprender es lo que nos puede llevar al futuro. No se puede hacer como que nada ha pasado, no se pueden echar balones fuera. Podemos cambiar. Datos, pensar y hablar, da gusto leerte.

    Un saludo

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