Pandemias y Capitalismo

En este periodo de confinamiento y crisis sanitaria global, nos estamos encontrando con múltiples tratamientos sobre el supuesto origen del SARS-COV-2 que con frecuencia responden a distintos intereses. Desde las comunicaciones oficiales que lo tratan de catástrofe “inesperada” a las publicaciones más conspiratorias que hablan de la creación del virus en laboratorios con fines biopolíticos. Estas cuestiones, más allá de la inocencia o no de las mismas, arrojan más sombras que luces sobre el problema. Aquí pretenderemos encender algunos candiles, que tendrán más que ver con lo estrictamente biológico del evento que con las consecuencias sanitarias o económicas que quizás tratemos en otro momento.

El SARS-COV-2, que genera la enfermedad COVID-19, es producto de una zoonosis, es decir, el “salto” de un virus que típicamente tiene un huésped animal específico a otro huésped de otra especie animal, en este caso al humano. La zoonosis es un evento relativamente normal en biología que lleva existiendo millones de años y supone un salto evolutivo para el virus. Tenemos que entender que gran parte de los virus tienen relativamente altas tasas de mutación cuando se replican, que más allá de suponerles un problema les confiere una ventaja evolutiva como en este caso, la preadaptación para “saltar” a nuevas especies huéspedes. Ejemplos que conocemos son algunas cepas de la gripe como las que originaron los brotes de gripe porcina, aviar o probablemente la gripe española de 1918, el MERS o SARS, también de la familia coronavirus, el ébola cuyos reservorios principales son murciélagos y otros primates o el propio VIH, que probablemente mutase y se estableciese en humanos a partir del virus del síndrome de inmunodeficiencia en simios (VIS). Estas zoonosis en ocasiones vienen para quedarse y en un principio es fácil que causen grandes problemas en la salud pues nuestro sistema inmune nunca se ha expuesto a nivel poblacional a estos nuevos agentes.

¿Cómo se relacionan las zoonosis con el capitalismo? Este reciente estudio es uno de los primeros que hace esta relación. Bien se entiende que los profundos cambios ambientales relacionados con la crisis climática que los humanos estamos infiriendo en nuestro planeta, ya sea por la devastación y modificación de ecosistemas salvajes o por las dinámicas generales del cambio climático, están cambiando las distribuciones de las poblaciones y comunidades animales en el entorno, cuestión que se está viendo acelerada con el tiempo. Así, las poblaciones salvajes migran con cada vez más intensidad hacia “refugios” naturales, que en muchas ocasiones son zonas más templadas buscando nuevas latitudes y alturas, y más concretamente estos puntos calientes coinciden con áreas muy densamente pobladas por humanos. Junto con la migración de la fauna, viajan los patógenos a nuevos ecosistemas fomentando sus oportunidades evolutivas. Además de las circunstancias de la fauna salvaje, hay que añadir las de la fauna doméstica de explotación, la ganadería, especialmente la ganadería industrial en auge, que aumenta considerablemente este riesgo, debido a sus condiciones de hacinamiento, su amplia distribución por el globo y su muy limitada variabilidad genética que en aras de la producción, hace de estas “poblaciones” especialmente sensibles a las enfermedades infecciosas.

Muchos saltos zoonóticos ocurrirán probablemente entre el mundo animal salvaje y queden inadvertidos, pero como estamos viendo, una fracción de ellos llegará a la especie humana, cada vez con más frecuencia. Su establecimiento depende de las oportunidades y la compatibilidad, análogos a la exposición y susceptibilidad, multivariables que hacen difícil predecir estos eventos de forma absoluta, pero como bien advierten los modelos del artículo anteriormente citado, el riesgo es suficiente como para que cada vez con mayor frecuencia estos eventos afecten al ser humano.

Por tanto, tratar de inesperadas o imprevistas situaciones como la actual supone esquivar nuestra responsabilidad en el asunto. Culpar a estructuras conspiratorias nos puede evocar a la inacción puesto, sean ciertas o no, obstruyen el foco. La lógica del capitalismo arrasa con todo, y éste es otro ejemplo de que los límites físicos del planeta están a la vuelta de la esquina, si es que no se han rebasado ya y sin saberlo, estamos en caída libre. Si ya sobraban razones, ya fueran morales o de necesidad, para virar radicalmente hacia escenarios socioeconómicos decrecentistas de base, que entiendan el ser humano como un factor más en una biosfera que para estar sana, ha de encontrarse en equilibrio, aquí tenemos un motivo más para reforzar esas prácticas. En el momento histórico que nos encontramos, la conservación de la vida tiene carácter de urgencia, la manera de afrontarlo evidenciará la naturaleza de nuestro ser individual y social.

Salud

Javier León Mediavilla

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